Adiós a la orgullosa herencia de Francia
Por: Alejandra Diener
Licenciada en Economía,
Maestra en Ciencias de la Familia,
Especialista en Educación Perinatal y
Doctoranda en Bioética.
A finales de los años noventa un concepto nuevo para la época era el término Globalización. De manera sencilla y corta, implicaba que el mundo se abriría y se interconectaría sin fronteras comerciales y territoriales. Es decir, se haría más sencillo el intercambio de productos y de tránsito migratorio.
Grupos académicos analizaban las bondades y lo contraproducente que esto podría ser. Aunado a la nueva etapa mundial una ola de tecnología se dejaba caer paulatinamente encima de todas las sociedades. El internet, las redes sociales, los correos electrónicos, toda la información se volvía inmediata, y así fue como apareció Facebook supuestamente responsable de la caída de la dictadura egipcia entre otros temas que para ese entonces era innovación.
La globalización y la tecnología hicieron que lo que posiblemente ya existía, se mediatizara de manera exponencial logrando que el mundo se enterara masivamente de noticias como la renuncia del Papa Benedicto XVI por Tuiter, de la propia cuenta del pontífice y no de los medios convencionales de comunicación.
A la par venía la ola más agresiva, pero sigilosa que con violencia arrasaba con las ideas de la humanidad, la ideología de género, muy tenue pero totalmente decidida, con un trasfondo ideológico inadvertido comenzaba a hacer mella en la política, en la televisión, las revistas y en espectáculos por decir lo menos.
La ideología que explotó en Beijin 1995 cuando la cuarta “Conferencia Mundial de la Mujer” se llevó a cabo y comenzó a querer desmantelar los principios y valores cristianos. Se adoptó el enfoque de género, se acuñaron conceptos que hoy ya son comunes, como el empoderamiento de la mujer, los derechos reproductivos y sexuales. El aborto tomó la delantera y los movimientos de personas con atracción hacia el mismo sexo se aprovecharon de la situación.
Hoy en día los valores progresistas como ser socialmente sustentables o diversos se ha convertido en el nuevo modelo a imitar. Los Nouveau capitalistas que adoptan estos valores, por su parte pretenden hacer creer que les importa la justicia, aunque realmente sean de doble moral.
La globalización hoy está dando las respuestas a los académicos que se preguntaban si era bueno o no que se abriera el mundo evidenciando que las empresas capitalistas no solamente forman parte de un sistema económico sino también de un sistema social, ya que en este siglo el tamaño de la cuenta de banco define tu clase social y no tiene nada que ver con tu valor moral. Lo que ha provocado que dado el daño masivo que ha ocasionado la globalización y el Nuveau capitalismo provocando una iniquidad en los ingresos concentrando las riquezas en unas pocas compañías, entró un nuevo concepto para curarse en salud: el WOKE. Corriente ideológica que quiere hacer creer que hacen el bien evitando hacer daño. ¿Cómo? Siendo incluyentes y promoviendo la diversidad.
Las grandes compañías abrazan esta ideología a pesar de perder dinero. Marcas como la de Budwiser usó como imagen a un transexual y sus compradores hicieron un boicot dejando de comprarla, así como en las tiendas departamentales Target y películas familiares que han perdido millones de dólares por la misma razón, pero la pandemia, así como afectó a muchos, benefició a otros tantos.
Quebraron las empresas pequeñas durante el confinamiento y dejaron el camino libre a los grandes conglomerados que controlan el 80% de la alimentación que consumen los estadounidenses. ¿Cómo es posible entonces que las empresas adopten la ideología WOKE si pierden dinero?
La respuesta está en el financiamiento que necesitan para obtener dinero y no son los compradores los principales responsables de sus ingresos, sino los créditos. Las empresas gigantes están sometidas a la trampa de las ESG y DEI (por sus siglas en inglés Medio Ambiente, Social, Gobierno Empresarial. Diversidad, Equidad e Inclusión). Los grandes fondos como Black Rock, Vanguard y State Street que administran en conjunto 22 billones de dólares en activos, tienen un incentivo irresistible para favorecer a las ideologías que promueven los gobiernos progresistas, por ello crearon los índices ESG y DEI con lo que valoran a las empresas y juzgan cuáles son merecedoras de crédito.
El progresismo ha sido creado como distracción ocultando el verdadero objetivo que es generar ingresos y tener mayor poder, es lo que le llaman el “Wokenomics”, un nuevo modelo económico que inserta los valores WOKE a las grandes empresas. Es pretender que les importa todo menos las ganancias y el poder, cuando precisamente es lo que hacen, obtener más de cada uno.
Mucho se ha redefinido con todo lo relatado, hasta la regla de oro “No hagas lo que no quieres que te hagan” por “Aquél que tiene el oro hace las reglas” y no sólo las reglas de mercado sino también las reglas morales.
Las Olimpiadas en París que se están llevando a cabo estos días, no son la excepción a toda esta avalancha que brevemente he intentado resumir en una línea del tiempo histórica. Con la inauguración le embarraron al mundo entero que les vale un comino ofender, insultando no solamente a los cristianos sino a muchos más, cayendo en la misma dinámica de las empresas mencionadas, sin importarles que los usuarios ya no soportamos más.
Nos dejaron ver que Francia es post-cristiana y eso posiblemente sea la verdadera intención de todo lo que hicieron con el cierre mofándose de la última cena de Nuestro Señor Jesucristo. 130 millones de dólares y cuatro años no fueron un accidente, fue premeditado.
En su escueta disculpa el director de la apertura olímpica Thomas Jolly, de 41 años declarado gay y con una relación que simula un matrimonio con otro hombre dijo que “quería una ceremonia que reuniera a la gente, que las reconciliara, y también una ceremonia que reafirmara los valores Republicanos de la libertad, la igualdad y la fraternidad”, haciendo que la orgullosa herencia de Francia fuera calcinada con el detestable espectáculo que vimos todos. Irónicamente reyes europeos como los de España, aplaudieron la desagradable recreación de una María Antonieta cargando su propia cabeza decapitada por una Francia enfurecida y sanguinaria. Recalcando la barbarie francesa característica de la Revolución haciendo hincapié que lo suyo es la matanza, ya que es el único país en el mundo donde constitucionalmente matar, es un derecho.
Felizmente, al cierre Celine Dion logró darle un mejor sabor de boca con la interpretación del “Hymne à l'amour” de Edith Piaf, pero si lo que querían era mostrar a la Francia postmoderna deconstruyendo los valores tradicionales, al menos en eso lograron con éxito su objetivo.
Sigamos ahora disfrutando del deporte, que es para lo que fueron hechos.
Nos leemos pronto para no quedarnos atrás y ver hacia delante.
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